jueves, 29 de julio de 2010

Que tranquilizador.

Que confusión más grande, que haria, que incertesa sentía, estaba ahí, edificio engañador, pequeño pero deslumbrante, sabía que era una fachada para atraer gente, porque no le quita la mala formación que otorgaba. Que engañador, una señora, como arpía disfrazada de oveja persuadiendo sabiendo mi indecisión y mi buen puntaje. No me dejaría engañar fácilmente, el shock de saber que mis planes en un principio no los podría desarrollar me tenía descolocada, desesperada.
 Tan solo sentí que debía recurrir a ella, sabía que estaba cerca de ella, ella hacía lo que yo quería hacer, quería seguir su camino sin saber que ella lo había hecho.
 No aguante, sentada, afuera de un baño con el telefono enchufado porque apenas le quedaba batería, casi llorando de la desesperación, sin saber que rumbo tomar, marqué el teléfono. Nerviosa, han pasado 5 años o más quizás y no escuchaba su voz, pero me habría gustado verla. Quizás notando mi desesperación me calmó, primero diciéndome que ignorara a esa señora, no me arrastrara por sus palabras, ni me dejara presionar. Uno siempre hacía lo que quería, tan solo habian distintos caminos. No necesite quizás escuchar más, lo entendí y ahora lo entiendo aún más. Sentada afuera de ese baño, rodeada de señoras que hacían el aseo me di cuenta que no era el fin del mundo, ni me tenía que destruir por no haber logrado lo esperado. Que más daba, si al final podía lograr lo que quería tan solo tenía que saber llegar a él, todos los caminos llegarían a Roma si así yo lo decidiera. Todo estaba tan claro y agotada, mentalmente decidí, más relajada, y agradecida de aquel momento, de aquella ayuda. Situación que siempre se me viene a la mente, cuando recuerdo que elegí bien.

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